CONFIDENCIAL 

Por ROGELIO RODRIGUEZ MENDOZA. 

Tamaulipas necesita una tómbola. 

El pasado viernes, por primera vez en la historia del país, la Cámara de Diputados recurrió a una tómbola para dejar que la suerte decidiera quienes serían los cuatro nuevos consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE). 

La constitución establece que la designación de los árbitros electorales debe definirse con el voto de las dos terceras partes de los diputados presentes en el Pleno Legislativo, pero como era imposible que esa votación se alcanzara, las bancadas decidieron recurrir al sistema de insaculación, que no es otra cosa que dejar la decisión al azar. 

Fue entonces que los diputados instalaron una tómbola. Cuatro ocasiones la utilizaron para, de entre una quinteta de perfiles, elegir a los profesionistas que ocuparan los asientos vacantes en el consejo general del INE.  

Por supuesto que abundaron las críticas al procedimiento. Hay quienes consideran una aberración y una vergüenza recurrir a la suerte para elegir a los consejeros electorales, uno de los cargos más importante en el sistema democrático del país.  

Sin embargo, también hay quienes, como este reportero, consideramos un acierto el tombolazo. Y le explico mis razones. 

Contra lo que muchos piensan, me parece que es el método más confiable y efectivo para combatir el tradicional dedazo institucional en la designación de todos aquellos nombramientos que son facultad y responsabilidad del Poder Legislativo. 

Pero no solo en el ámbito federal. De hecho, sería un método más efectivo en lo local, donde las imposiciones desde Palacio de Gobierno han sido una constante durante décadas. 

En el caso particular de Tamaulipas, las designaciones de fiscales de justicia y anticorrupción; de magistrados del Poder Judicial y del Tribunal de Justicia Administrativa; de comisionados del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (Itait); del presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos;  y de contralores internos, entre otros nombramientos que caen dentro del ámbito de los legisladores, son una insultante simulación. 

Desde mucho antes de que se inicie el procedimiento legislativo para, presuntamente, evaluar a los aspirantes, se sabe perfectamente quien va a resultar electo, lo que convierte aquello en un show fraudulento.  

Un fraude para la sociedad pero también para decenas de aspirantes que invierten tiempo y dinero para competir, pensando, ilusamente, que tienen una posibilidad de resultar electos. 

Se llega al ridículo de que, apenas el Pleno acaba de elegir al “ganador”, se le llama a rendir protesta porque “casualmente” está presente en el recinto legislativo. 

No importa que entre los muchos aspirantes que se hayan anotado para competir para el cargo en disputa haya mejores perfiles que el elegido. Lo que se impone ante todo es la “línea” salida desde Palacio de Gobierno para decidir quién va a resultar electo. 

Para el partido en el poder no es difícil sacar adelante a su candidato porque por lo general tiene mayoría en la conformación de la legislatura, consumando así la estafa. 

Por eso, desde hace muchos años, en este espacio nos hemos declarado a favor el tombolazo. Pero no un tombolazo como el del pasado viernes, en que también hubo fraude porque la mayoría de quienes integraban la quinteta de aspirantes tenía filiación de Morena, el partido en el poder. 

No. El tombolazo es bueno siempre y cuando los perfiles que se elijan para competir sean verdaderamente los mejores, sin importar filias o fobias políticas, para que entonces sea la suerte la que decida.  

Con ese método se garantizaría que los cargos en disputa sean ejercidos por aquellos que realmente tienen la capacidad profesional requerida. Ojalá y que pronto Tamaulipas de un paso en ese sentido. Sería ejemplo nacional. 

ASI ANDAN LAS COSAS. 

roger_rogelio@hotmail.com 

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